domingo, 30 de octubre de 2011

esperanzas

En cierto modo, la comprensión de que no había nada que esperar tuvo un efecto saludable para mí. Durante semanas y meses, años, toda mi vida, de hecho, había estado esperando que algo ocurriera, algún acontecimiento extrínseco que transformase mi vida y en aquel momento, inspirado por la absoluta desesperanza de todo, me sentí de pronto aliviado, sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Al amanecer, me separé del joven hindú tras haberle sacado unos francos, los suficientes para pagar una habitación. Mientras caminaba hacia Montparnasse, decidí dejarme llevar por la corriente, no oponer la menor resistencia al destino, como quiera que se presentase. Nada de lo que me había ocurrido hasta entonces había bastado para destruirme; nada había quedado destruido, salvo mis falsas ilusiones. Yo estaba intacto.

Trópico de Cáncer -Henry Miller-

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