martes, 24 de enero de 2012

REVIEW - Un traidor como los nuestros (John Le Carré)

Entretenido. Una historia de espías y blanqueo de dinero de sospechosa actualidad. Comienza un poco lento pero pronto adquiere un ritmo rápido, con lenguaje claro y directo, que te atrapa hasta el final. Un libro más para pasar el rato sin mayores pretensiones. Puntuacion: 5.5

lunes, 16 de enero de 2012

requiem

04.00 horas.
Instrucciones para el caso de defunción: todos los testimonios de mi vida, como son confesiones, cartas y cuadernos de notas, deben ser destruidos; nada es verdad. Estar en el mundo equivale a estar en la luz. Nuestro oficio consiste en guiar un asno a algún lugar (como hacía aquel viejo del otro día en Corinto), pero sobre todo consiste en resistir a la luz y a la alegría (como hacía nuestra hija cuando cantaba), sabiendo que la luz me destruirá sobre retamas, asfalto y mar; resistir al tiempo, que es lo mismo que concentrar la eternidad en el momento. Ser eterno es haber sido.

Homo Faber, Max Frisch

jueves, 12 de enero de 2012

un momento de felicidad

Pero para cada vuelta sólo se cuenta un punto; apenas tenemos tiempo de hacer media docena de comparaciones cuando el sol se muestra ya con todo su esplendor. <<Parece la primera chispa de un alto horno>>, digo yo, mientras Sabeth se calla y pierde un punto...Jamás olvidaré a Sabeth sentada en aquella roca, con los ojos cerrados, callada y recibiendo los primeros rayos del sol. Era feliz, dijo; y jamás olvidaré el mar que oscurecía a ojos vistas, cada vez más azul, morado, el mar de Corinto y el otro, el mar ático; el color rojo de los campos, los olivos, verdes y nebulosos, sus largas sombres proyectadas sobre la tierra roja, el primer calor de Sabeth abrazándome como si yo se lo hubiese regalado todo, el mar y el sol y todo, y jamás olvidaré que Sabeth rompió a cantar.

Homo Faber, Max Frisch

miércoles, 11 de enero de 2012

REVIEW - Homo Faber (Max Frisch)

Ritmo ligero, agradable, casual. Se lee rápidamente y te mete de lleno en una historia ligera pero profunda, llena de casualidades y sin sentidos que ponen contra las cuerdas al homo faber. Un libro fabuloso y muy recomendable, lleno de emoción y sentimiento, con un final mágico y, sobre todo, un estilo claro y elegante que invita a no parar de leer. Puntuación: 7.5

martes, 10 de enero de 2012

el matrimonio

Abajo seguían bailando.
Su insistencia en suponer que yo estaba triste porque estaba solo, me puso de mal humor. Estoy acostumbrado a viajar solo. Vivo, como todo hombre de verdad, entregado a mi trabajo. Al contrario, no deseo otra cosa y me considero feliz de vivir solo, única situación posible para un hombre, a mi entender; me gusta poderme despertar solo, sin tener que decir una palabra. ¿Dónde está la mujer capaz de comprenderlo?
La mera pregunta de cómo he pasado la noche, me pone furioso, porque mis pensamientos están proyectados hacia delante; estoy acostumbrado a mirar hacia el futuro y no hacia el pasado; a hacer planes. Caricias por la noche, bueno; pero caricias por la mañana me parecen insoportables, y más de tres o cuatro días de vivir con una mujer, francamente, creo que son el principio de la hipocresía. Los sentimientos a primera hora de la mañana, no hay hombre que los resista. Prefiero fregar platos.
Sabeth se reía.
Tomar el desayuno con una mujer, bueno, por excepción, en vacaciones; desayunar en una terraza, pero jamás lo he soportado más allá de tres semanas; eso es bueno para las vacaciones cuando uno tampoco sabría qué hacer todo el santo día, pero al cabo de tres semanas (lo más) echo de menos las turbinas; la calma de las mujeres por la mañana, por ejemplo, una mujer que a primera hora, antes de vestirse, es capaz de arreglar unas flores en un jarrón mientras habla del amor y del matrimonio, no hay hombre que la resista, creo yo, a menos que disimule. No pude por menos que pensar en Ivy; Ivy significa hiedra, y éste es para mí el nombre apropiado para todas las mujeres. Quiero estar solo. Me basta ver una habitación doble, a menos que sea en un hotel que se podrá abandonar pronto, una habitación doble como institución permanente, para pensar en la legión extranjera...
Sabeth me encontraba cínico.
Pero yo decía la pura verdad.
No seguí hablando, aunque creo que míster Lewin no comprendía una palabra; cubrió su copa con la mano cuando vio que iba a servirle más vino, y Sabeth, que me encontraba cínico, fue invitada a bailar... No soy cínico. Soy únicamente algo que las mujeres no aceptan: soy completamente objetivo. No soy un monstruo, como pretende Ivy, y no digo nada contra el matrimonio; en general han encontrado que no servía para casado. Soy incapaz de sentimentalismo constante. La soltería es la única situación posible para mí, porque no estoy dispuesto a hacer desgraciada a una mujer, y las mujeres tienen cierta tendencia a ser desgraciadas. Confieso que estar solo no siempre es divertido, que uno no está siempre en forma. Por otra parte, sé por experiencia que cuando uno no está en forma, ellas tampoco lo están; en cuanto se aburren, empiezan los reproches de que uno es un egoísta, etcétera. Entonces, francamente, prefiero aburrirme solo. No puedo negar que tampoco yo estoy siempre con ánimo de mirar la televisión (a pesar de que estoy convencido de que la televisión todavía mejorará con el tiempo, dicho sea de paso), y que estoy expuesto a ponerme romántico, pero precisamente entonces es cuando más me alegra estar solo. Uno de los momentos más felices que conozco es el momento en que me marcho de una reunión, me siento en mi coche, cierro la portezuela y abro el contacto, pongo la radio, enciendo un cigarrillo con el encendedor y arranco con el pie en el gas; la gente, incluso los hombres, me impone un esfuerzo. Y por lo que se refiere a mismo momentos de romanticismo, no hago caso, como ya he dicho; a veces uno se pone blando, pero luego se recobra. Son manifestaciones de cansancio. Como ocurre con el acero. Los sentimentalismos, lo tengo experimentado, son manifestaciones de cansancio, nada más, por lo menos en mí. Llega un momento en que uno se derrumba. Y entonces de nada sirve tampoco escribir cartas para no estar solo. No se arregla nada; se siguen oyendo únicamente los propios pasos en la casa vacía. Peor aún: esos locutores de radio que anuncian un producto alimenticio para los perros, o una levadura para las amas de casa, o qué sé yo, y de pronto se callan: hasta mañana a primera hora. Pero resulta que sólo son las dos de la madrugada. Entonces ginebra, a pesar de que la ginebra, sencillamente, no puedo con ella; y voces en la calle, bocinas de coches, retumbar del metro, de vez en cuando, roncar de algún avión; todo me da igual. A veces me quedo dormido con el periódico sobre las rodillas y el cigarrillo sobre la alfombra. Hago un esfuerzo. ¿Para qué? Hay alguna emisora tardía que todavía da sinfonías, pero apago la radio. ¿Qué más? Allí estoy, con el vaso lleno de ginebra, que no me gusta, y bebo; estoy inmóvil para no oír pasos en mi casa, pasos que no son sino los míos propios. La cosa no tiene nada de trágica, sólo es cansada: uno no puede decirse buenas noches a sí mismo...
Pero ése no es motivo para casarse.

Homo Faber, Max Frisch

lunes, 9 de enero de 2012

decisiones

La borré del programa. Sin sentirme ofendido. Siempre lo he hecho así; yo mismo no me gusto cuando molesto a otras personas, y jamás fue mi estilo correr detrás de las mujeres que no me querían; no lo he necesitado, la verdad....

Max Frisch, Homo Faber