domingo, 28 de abril de 2013

como la vida misma


Como no había nadie a quien yo pudiera contar tales cosas, me las contaba a mí misma. Yo me consolaba diciéndome tonterías y resignándome, pues las muchas desgracias que he tenido desde niña y el verme siempre privada de todo lo que más he querido, me acostumbraron a tener mucha paciencia, muchísima. Es un consuelo un poco triste este de la paciencia; pero usándolo mucho, concluye uno por quererle y familiarizarse con él... Yo tenía... hasta mis alegrías, sí señor, alegrías a mi modo, ¡pues qué sería de nuestra alivia si no tuviese medios de sacar alguna vez de sí misma lo que los de fuera no quieren darle!...

Un faccioso más y algunos frailes menos, capítulo IX. Benito Pérez Galdós

miércoles, 3 de abril de 2013

ay Piedrecita

Pensaba que era un disparate vivir tanto tiempo en un mundo quimérico. La edad avanzaba; la juventud, aunque todavía rozagante y lozana en ella, había dejado ya atrás una buena parte de sí misma. Su vida marchaba ya muy cerca de aquel límite en que están la razón y la prudencia, las posibilidades y las prosas, de tal modo que las ilusiones se iban quedando atrás envueltas en brumas de recuerdos, mal iluminados por la luz vespertina de esperanzas desvanecidas


Los apostólicos, capítulo XIII, Benito Pérez Galdós

martes, 2 de abril de 2013

Review - Rojo y negro (Stendhal)

Bueno: una preciosa recreación de la época con grandes personajes y un cuidado lenguaje. Su principal cualidad es una narración tan sencilla y elegante que te atrapa y permite leer durante horas. Esto, y no la historia en sí o el desenlace, es lo que lo convierte en una lectura muy entretenida. Se distinguen grandes maneras en el libro pero, personalmente, creo que pierde fuelle por algún lado. Nota: 6.5

lunes, 1 de abril de 2013

Lo que nos separa nos define como nación

Hay pueblos que se transforman en sosiego, charlando y discutiendo con algaradas sangrientas de tres, cuatro o cinco años, pero más bien turbados por las lenguas que por las espadas. El nuestro ha de seguir su camino con saltos y caídas, tumultos y atropellos. Nuestro mapa no es una carta geográfica sino el plano estratégico de una batalla sin fin. Nuestro pueblo no es pueblo sino un ejército. Nuestro gobierno no gobierna: se defiende. Nuestros partidos no son partidos mientras no tienen generales. Nuestros montes son trincheras, por lo cual están sabiamente desprovistos de árboles. Nuestros campos no se cultivan, para que pueda correr por ellos la artillería. En nuestro comercio se advierte una timidez secular originada por la idea fija de que mañana habrá jaleo. Lo que llamamos paz es entre nosotros como la frialdad en física, un estado negativo, la ausencia de calor, la tregua de la guerra. La paz es aquí un prepararse para la lucha, y un ponerse vendas y limpiar armas para empezar de nuevo.


Los apostólicos, capítulo VI, Benito Pérez Galdós.