jueves, 25 de febrero de 2016

El nuevo Salvador

No tenía ningún amigo íntimo y no buscaba la amistad ajena. En cambio, pasaba tardes enteras en la biblioteca, y a los dieciocho años, terminado el bachillerato, poseía un vasto conocimiento, inusual en los jóvenes de su generación, del patrimonio literario de la humanidad. Había leído a Platón, Esquilo y Sófocles; había leído a Racine, Molière y Hugo; conocía a Balzac, Dickens, Flaubert, a los románticos alemanes y a los novelistas rusos. Más sorprendente aún, estaba familiarizado con los principales dogmas de la fe católica, cuya huella en la cultura occidental había sido tan profunda, mientras que sus compañeros, por lo general, sabían sobre la vida de Jesús un poco menos que sobre la de Spiderman.

El mapa y el territorio, capítulo dos, primera parte - Michel Houellebecq

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