martes, 5 de abril de 2011

cocaína

-¿Cocaína?¿No es un veneno?
-Todo es veneno, si uno toma dosis exageradas, incluso el vino. Pero llevo dos años estudiando esta prodigiosa substancia. Mirad, la cocaína es un alcaloide que se aísla de una planta que los indígenas de América mastican para soportar las alturas andinas. A diferencia del opio y del alcohol, provoca estados mentales exaltados sin por ello tener efectos negativos. Es excelente como analgésico, sobre todo en oftalmología o para curar el asma, útil en el tratamiento del alcoholismo y de las toxicomanías, perfecta contra el mareo, estupenda contra la diabetes; hace desaparecer como por arte de magia el hambre, el sueño, el cansancio, es un buen sustituto del tabaco, cura dispepsias, flatulencias, cólicos, gastralgias, hipocondría, irritación espinal, fiebre del heno, y es un válido reconstituyente en casos de tisis y cura la hemicránea; de sobrevenir una caries aguda, basta con introducir en la cavidad un poco de algodón embebido en una solución al cuatro por ciento y el dolor se calma en seguida. Y, sobre todo, es maravillosa para infundir confianza en los deprimidos, levantar el espíritu, dar brío y generar optimismo.
El doctor estaba ya en su cuarto vaso y, evidentemente, tenía embriaguez melancólica. Acercábase a mí, como si quisiera confesarse.
-La cocaína es óptima para alguien como yo que, como le digo siempre a mi adorable Marta, no se considera muy atractivo, que en mi juventud nunca fui joven y que ahora ya tengo mis treinta años no consigo llegar a ser un hombre maduro. Hubo un tiempo en el que yo era todo ambición y ganas de aprender, y no pasaba día sin que me sintiera atribulado por el hecho de que la madre naturaleza en uno de sus momentos de clemencia no me hubiera impreso la marca de ese genio que de vez en cuando concede a algunos.

El cementerio de Praga, capítulo 3, Umberto Eco

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