jueves, 29 de septiembre de 2011

miedo

En esa época, en los setenta, sobre todo al principio, creíamos fervorosamente en la comunicación, imaginábamos que ni la amistad ni el amor eran posibles sin una transparencia absoluta, nos desesperaba la dificultad de transmitir lo que sentíamos. Ahora, algunas veces, yo agradezco exactamente lo contrario, el privilegio de la inviolabilidad, la maravilla del silencio, el derecho a acordarme sin que lo sepa nadie, sin que lo pueda sospechar nunca mi mujer, que duerme a mi lado, en la oscuridad de nuestro dormitorio, de aquella amiga o cómplice de Ataúlfo Ramiro a la que vi desnuda durante un segundo, en Madrid, hace diecinueve años, cuando al adelantar la mano para abrirme una puerta se le desciñó la bata de seda azul delante de mis ojos y se echó a reír como si no le importara nada mi presencia. Iba a marcharme, pero la seguí mirando y ella no volvió a ceñirse la bata ni se movió del umbral, y yo olí no su perfume, sino su piel desnuda, noté que me ardía la cara y pensé que si le pedía que me dejara entrar de nuevo con ella no iba a negarse, pero tuve de pronto más miedo del que había tenido nunca, le dije hasta luego y tardé un rato en oír, mientras bajaba las escaleras, el golpe de la puerta al cerrarse, una de tantas puertas que se cierran para no abrirse más en la vida de uno.

El dueño del secreto, Antonio Muñoz Molina

lunes, 26 de septiembre de 2011

REVIEW - Los misterios de Madrid

Regular. Historia sencilla y folclórica sin más ambición que retratar el Madrid de los 90. Un libro simple, ligero y sin pretensiones, lógico tras El jinete polaco. Solo para quien quiera completar la bibliografía de Molina.

sábado, 24 de septiembre de 2011

el abismo de la juventud

Cada vez que la bailaora rubia le dirigía una de aquellas miradas, que no sería impropio calificar de ardientes, Lorencito notaba una oleada de flojera en las piernas y una presión en las sienes perladas de sudores fríos, y no había modo de evitar que los ojos se le fueran hacia las largas piernas y el generoso escote de la bailaora, que al aproximarse taconeando hacia donde él estaba lo envolvía en el vendaval del vuelo de su falda, en un aire cálido, pesado de perfumes, que lo sofocaba gradualmente y revivía en él los apetitos angustiosos de su lejana mocedad.

Antonio Muñoz Molina - Los misterios de Madrid

martes, 20 de septiembre de 2011

REVIEW - Berlín, la caída: 1945 (Antony Beevor)

Genial. Desde las conversaciones de las altas esferas hasta los pensamientos de los soldados de a pie y los civiles. Completísimo relato de lo que pasó aquellos días. Imprescindible para comprender los últimos días del Reich