lunes, 14 de octubre de 2013

La victoria más dulce

¡Qué cosas trae la vida, Señor! ¡Él, Santiago Ibero, que había peleado sin ambición, movido tan sólo del ardiente amor de la libertad, y del gusto de afianzarla con las armas, apenas terminada la lucha sentía en su alma el gusanillo, la avidez de más altos títulos y empleos para deslumbrar con ellos a una noble familia! Y no era él hombre para despreciar la paz, ni haría cosa alguna que contribuyese a renovar los pasados horrores. Su conciencia antes que todo. Si no le daban la niña de Castro, no podría vivir. La muerte sería la solución, un morir no menos glorioso que el de los campos de batalla, pues lo mismo daba caer a los pies de Cupido que a los pies de Marte, que tan dios era Juan como Pedro.

Montes de Oca, capítulo V, Benito Pérez Galdós

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