jueves, 28 de noviembre de 2013

Thomas was alone (PS3) -Análisis-

Hoy toca hablar de uno de los juegos más aclamados y famosos de la escena independiente, un título que se ha portado a todas las plataformas existentes, que ha vendido copias como churros y que ha hecho escribir ríos de tinta. Hoy toca hablar de Thomas Was Alone.

 
Lo que más impresiona de Thomas was Alone en un primer momento es su estética, un minimalismo de cuadros y colores que no deja lugar a ninguna floritura. Lo que se ve es feo, simple, vulgar, extraordinariamente soso, y no entra para nada dentro de lo que consideraríamos mínimamente necesario a la hora de poder contar una historia. Pero sin embargo lo consigue, y vaya si lo consigue. La clave del éxito de Thomas es esta combinación entre expresividad, sentimiento, empatía, y el minimalismo gráfico más absoluto; algo que solo es posible en la escena indie. La cuestión es ¿es suficiente?

El juego en sí es una sucesión de fases de plataformas que hay que superar llevando los personajes de que disponemos de una punta a la otra. Cada uno de ellos posee habilidades diferentes y solo mediante su combinación es posible resolver el puzzle. La premisa es interesante pero los puzzles en sí no son exageradamente difíciles y salvo en alguna ocasión en los niveles avanzados, todo será mero trámite. De no ser por la necesidad de encontrar alguna sorpresita en el escenario para conseguir todos los trofeos, la rejugabilidad sería nula. Vamos, que si no eres una putilla de los trofeos como yo, te lo terminas en un par de horas y sin ganas de repetir

Como decimos, gráficamente es un suspenso clarísimo: los personajes son cuadros o rectángulos de colores, que se mueven en un mundo bidimensional cuadriculado en blanco y negro. No hay más. Punto y final. A nivel sonoro pues nada memorable y, en definitiva, no hay más que decir.
 
El suspenso en nivel técnico es notorio y la oferta jugable es escasa. Entonces ¿por qué se habla tanto de él? Pues porque el juego logra lo que parece imposible, y es transmitir empatía. Todo el mundo coincide: es increíble que acabes sintiendo cariño por unos cuadros de colores, que puedas diferenciarlos, que aprecies tantos caracteres y tan diferentes a pesar de no tener nada más que cuatro píxeles mal puestos. Es una sensación verídica, muy interesante para futuros desarrolladores sobre la importancia de los gráficos y del arte, una discusión más que recurrente hoy día. Pero poco más. No hay una gran historia, no hay una gran jugabilidad, no sacas nada de ningún sitio salvo el sorprendente hecho de acabar identificando y empatizando con cuadros de colores, pero nada más, insisto.

Como conclusión he de decir que me ha decepcionado. Si este juego tuviera una interfaz “normal” nadie le habría hecho ningún caso, con lo que hay que hacer énfasis en que Thomas es esa empatía y nada más. Y para mí eso no es suficiente. Soy un amante de las sensaciones en los videojuegos, pero creo que hay que aportar algo más, aunque sea una historia mínimamente ligada, no una sucesión de hilos que no llevan a ningún lado y te dejan ahí sin desenlace más allá de la broma de los gatos. Un poco decepcionante a pesar de todo lo que se ha hablado sobre él, y quizá precisamente por ello. Una pena.
 
Puntuación: 3

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