jueves, 31 de marzo de 2011

El beso

El agua seguía fluyendo sin saber adónde ni para qué. Fluía igual que en el mes de mayo; en aquel entonces, se había vertido a un gran río, de allí había pasado al mar, luego había ascendido al cielo en forma de vapor, más tarde había regresado en forma de lluvia...de modo que tal vez fuera esa misma agua la que fluía ahora ante los ojos de Riabóvich...¿Por ?
qué?¿Para qué?
Y el mundo entero, la vida entera le parecieron a Riabóvich una broma incomprensible y absurda...Al apartar los ojos de las aguas y dirigirlos al cielo recordó de nuevo cómo el destino, en la persona de una mujer desconocida, le había acariciado casualmente; recordó los sueños y las imágenes del verano y su vida se le antojó extraordinariamente pobre, triste y anodina...
Cuando regresó a la isba, no encontró en ella a ningún compañero. El ordenanza le informó de que todos se habían ido a “casa del general Font Riabkin”, que había enviado a un emisario a caballo para invitarlos... Por un instante en el pecho de Riabóvich surgió un destello de alegría, pero éste se apresuró a apagarlo y, contrariando a su destino, como queriendo fastidiarlo, se negó a acudir a casa del general y se metió en la cama.

El beso, Antón Chéjov

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