lunes, 28 de marzo de 2011

el placer del dolor

¿De dónde, entonces, que el gemir, llorar, suspirar y quejarse sea tenido por fruto suave, cogido de la amargura de la vida?¿Es, por ventura, dulce en el llanto la esperanza que tenemos de ser escuchados por ti? Así es, ciertamente, cuando oramos, pues la súplica lleva siempre el deseo de que llegue a ti. Pero, ¿se puede decir lo mismo del dolor de las cosas perdidas y del llanto que entonces me inundaba? Pues no esperaba yo que él volvería a la vida, ni era esto lo que yo pedía por medio de mis lágrimas. Simplemente me dolía y lloraba, porque estaba desmoralizado y había perdido mi alegría. ¿O es que también el llanto, cosa en verdad amarga, nos deleita sólo por el hastío que sentimos hacia aquello que un tiempo nos agradó y que luego aborrecimos?
Confesiones, San Agustín, Libro IV, capítulo 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario