¡Tales son, ay, las desgracias del exceso de civilización! A los veinte años, el alma de un joven, en cuanto tenga alguna educación, estará a mil leguas de la idea de abandonarse, sin la que el amor no es en la mayoría de los casos más que la más tediosa de las obligaciones.
Rojo y negro, capítulo 13. Stendhal
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