Mira por dónde -se dijo Mathilde-, qué magnífica prueba de mi máxima: “La alta alcurnia quita la fuerza de carácter imprescindible para hacerse condenar a muerte.” Me parece que esta noche estoy destinada a desvariar. Ya que no soy más que una mujer como cualquier otra, lo mejor será bailar.
Rojo y negro. Segunda parte, capítulo 8, Stendhal
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