domingo, 3 de marzo de 2013

Un orador de verdad

-Silencio -gritó Chaperón bruscamente-. Responda usted a lo que le pregunto. ¿Cómo se llama usted?
-Excusada pregunta es esa -repuso con aplomo y dignidad D. Patricio-, pues todo el mundo sabe en Madrid y fuera de él que soy Patricio Sarmiento, adalid incansable de la idea liberal, compañero de Riego, amigo de todos los patriotas, defensor de todas las Constituciones, amparo de la democracia, terror del despotismo. Soy el que jamás tembló delante de los tiranos, el que no tiene en su corazón una sola fibra que no grite libertad, y el que aun después de muerto sacará la cabeza del sepulcro para gritar...
-Basta -dijo Chaperón, notando que las palabras del reo provocaban murmullos-. Charlatán es el viejo... Responda usted. ¿Conoce a esta joven?
-¿Que si la conozco? Que si conozco a Sola... Si no temiera faltar al respeto que debo a todo juez quienquiera que sea, diría que es necia pregunta la que Vuecencia acaba de hacerme. Esta es mi hija adoptiva, mi ángel de la guarda, mi amparo, mi compañera de vida, de muerte, de cielo y de inmortalidad. Dios, que dispone todas las grandezas, así como el hombre es autor de todas las pequeñeces, ha dispuesto que este ángel divino me acompañe también ahora. ¡Admirable solución de la Providencia! Yo creí haberla perdido y la encuentro junto a mí en la hora culminante de mi vida, cuando se cumple mi destino; aparece a mi lado, no para darme esos triviales consuelos que no necesita mi corazón magnánimo, sino para compartir mi sacrificio y con mi sacrificio mi gloria. Adelante, señores jueces,adelante. Acaben ustedes. Soledad y yo nos declaramos reos de amor a la libertad, nos declaramos dignos de caer bajo vuestras manos, y confesamos haber trabajado por el triunfo del santo principio, ahora y antes y siempre, porque para ello nacimos y por ello morimos

El terror de 1824, capítulo XVIII, Benito Pérez Galdós

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